¡EL TIEMPO VUELA!

El tiempo se va y no vuelve!


 

Cañón del Atuel - Valle Grande / Mendoza




Cada hora es la hora.

Durante un viaje a la montaña mi compañera y yo sentimos literalmente el impacto en el pecho de semejante milagro. Capturamos un ángulo con la cámara, respiramos profundo, hablamos con Dios abriendo los brazos... 


Fue más de una hora andando en caminos de piedra, cascadas de deshielos y paredes infinitas de cemento como viejos y majestuosos elefantes. 


A la vuelta del recorrido el guía nos recomendó sacarnos el calzado cuando llegamos a un arenal. Nos dijo que sintiéramos el suelo blando y movedizo que haría contraste con el recorrido duro de piedras antes andado. 


Ese arenal no solo acarició las plantas de nuestros pies sino que la sensación de paz nos obligó a hacer un stop en el camino. De repente tuvimos una sola certeza…“El tiempo se escurre como un puñado de arena”


Semejante conexión con la naturaleza nos llevó a querer retener con fuerza un puñado de arena. Fue imposible. Por más fuerza que hiciéramos la arena por alguna razón más poderosa que la comprensión se escapaba. Una mano como un reloj de arena…


El tiempo seguro de ganar en su apacible naturaleza incansable sigue adelante. Me crees si te juro que sentí profundamente este mensaje: cada hora, es la hora, es tú hora.



Te quería decir gracias. Porque con tu tiempo e historia impactaste en la mía. No fue fácil y creo que tiene aún más valor porque hubo que entregarse a algo más grande que todos los laberintos humanos en los que nos escondimos y en el ego con el que nos alejamos. 

La vida se aseguró de que choquemos, literal y que en la volada de piezas y tuercas entrara la luz que tanto le habíamos pedido a Dios. Fue hora, el tiempo perfecto.


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Texto: Victoria Carceller

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